Santo Domingo, RD
La madrugada del martes 8 de abril quedará marcada en la memoria del pueblo dominicano. En medio de una presentación en la emblemática discoteca Jet Set, Rubby Pérez, “la voz más alta del merengue”, perdió la vida cuando el techo del establecimiento colapsó, atrapándolo junto a más de cien personas que fallecieron en la tragedia.
Rubby, de fe profunda y vida dedicada a la música, se encontraba interpretando uno de sus éxitos cuando ocurrió el siniestro. Su última actuación, marcada por el entusiasmo del público y su característica entrega en el escenario, terminó en medio del horror y la tristeza.
En las semanas previas a su partida, Rubby Pérez había estado muy presente en la vida pública. El pasado 21 de marzo celebró los 15 años de su hija Ana Beatriz, fruto de su relación con la diseñadora Michelle Reynoso. La celebración, llena de alegría y simbolismo familiar, reflejaba el lado más íntimo y humano del artista.
Días después, el 25 de marzo, la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) le rindió un homenaje especial en la gala de los 40 años de los Premios Soberano, reconociendo su extraordinaria trayectoria en el merengue.
Fiel a sus convicciones, Rubby fue siempre un defensor apasionado del ritmo que lo vio crecer como artista. Se negó a aceptar que el merengue estuviera en crisis y acuñó con orgullo la frase que hoy se repite como legado: “el merengue es el ADN de la patria”.
Su vida fue guiada por la fe, particularmente inspirada en el Salmo 103, que tantas veces citó en entrevistas y conciertos. Hoy, esa fe sirve de consuelo para millones de dominicanos que lloran su partida.
Rubby Pérez no solo deja una profunda huella en la historia del merengue; deja también el ejemplo de una vida vivida con pasión, convicción y amor por su gente.