Santo Domingo, RD
Hace 45 años, el huracán David causó uno de los desastres naturales más devastadores en la historia de la República Dominicana, dejando una huella imborrable en la memoria de los sobrevivientes. El impacto del ciclón no solo provocó daños cuantiosos en la infraestructura eléctrica y agrícola del país, sino que también generó un trauma profundo que persiste hasta hoy.
Leodora Payano, una de las sobrevivientes, revive con angustia cada anuncio de ciclón que amenaza la isla. A sus 61 años, aún no ha podido superar el horror vivido en aquel fatídico 31 de agosto de 1979. Leodora tenía apenas 16 años cuando el huracán David azotó con furia su comunidad en las montañas de Cambita, San Cristóbal.
“Ese ciclón yo no lo he podido superar jamás. Fue un tiempo tan doloroso que me marcó para siempre”, relata Leodora, quien recuerda cómo se vio obligada a abandonar a una anciana, salvar a una bebé de entre los alambres de púas y proteger a su propia hija en medio del caos.
La Travesía Mortal
El viernes en que David golpeó la isla, Leodora y su familia escuchaban en una radio de batería sobre el inminente huracán. Sin embargo, no comprendían la magnitud del desastre que estaba por desatarse. Su esposo, Tomás, les sugirió que cocinaran temprano antes de que comenzaran las lluvias. Cuando el viento y la lluvia se intensificaron, la familia decidió buscar refugio en la casa de la abuela de Leodora, que estaba mejor protegida.
El viaje fue una pesadilla. A medida que avanzaban por la loma, los vientos de 250 kilómetros por hora les dificultaban la visibilidad y el equilibrio. En medio del trayecto, Leodora vio cómo el viento arrancaba a una bebé de los brazos de su cuñada Pancha y la arrojaba contra una empalizada. Leodora logró rescatar a la niña, pero con el horror de creer que estaba muerta. Más adelante, una hoja de zinc golpeó a la vieja Carmita, su suegra, y la arrojó a una cañada. Sin embargo, el viento arrastraba a Leodora y su hija, haciéndolas caer.
Finalmente, lograron llegar a la casa de la abuela Rosa, solo para descubrir que el ciclón la había destruido. Se refugiaron en una pequeña casita cercana, que ya estaba llena de personas buscando seguridad.
El Dolor y la Pérdida
La tragedia continuó. La hija de Leodora falleció meses después a causa de una diarrea que se propagó en la comunidad, agravando el dolor y la desesperanza. A pesar de su valentía, Leodora sigue sintiendo una profunda culpa por las decisiones que tomó durante la tormenta, especialmente por haber dejado a la vieja Carmita en la cañada.
Además de las pérdidas humanas, el huracán David destruyó la economía local. Los cafetales, los cocoteros y otros cultivos fueron arrasados, dejando a las familias sin nada. La escasez de alimentos fue tan severa que la comunidad dependía de la ayuda lanzada desde helicópteros y de los cultivos que lograron replantar meses después.
Memorias Dolorosas
“Esa es una película que el que no la vivió dice que le está poniendo de más. No, no le estamos poniendo de más. Esa fue una película vivida así”, exclama Leodora con tristeza, rememorando los días de desesperación que siguieron al huracán.
Hoy, a 45 años del desastre, las cicatrices emocionales de los sobrevivientes siguen abiertas, recordando que el huracán David no solo arrasó con la infraestructura, sino también con el sentido de seguridad y bienestar de toda una generación.