Ciudad del Vaticano
La elección del cardenal Robert Francis Prevost como nuevo pontífice, bajo el nombre de León XIV, ha sido interpretada como un legado del papa emérito Francisco y un gesto con fuerte carga geopolítica.
Prevost, quien hasta ahora se desempeñaba como prefecto del Dicasterio para los Obispos, fue elevado al papado en un cónclave marcado por las tensiones entre corrientes conservadoras y progresistas dentro del Vaticano. Su elección ha sido calificada por el politólogo François Mabille, director del Observatorio Geopolítico de la Religión del Instituto IRIS (Francia), como un “éxito póstumo de Francisco”.
“Es difícil no pensar en la oposición frontal que existió entre Donald Trump y el papa Francisco. Esta elección marca una oposición al actual gobierno estadounidense y también responde a criterios geopolíticos”, afirmó Mabille en declaraciones a la AFP.
La decisión del nuevo papa de adoptar el nombre León XIV remite tanto a la tradición como al simbolismo. Históricamente, los papas León han sido figuras de gran firmeza doctrinal y liderazgo institucional, lo que podría anticipar el estilo que adoptará este nuevo pontificado.
Además, el origen misionero de Prevost y su vínculo con América Latina —donde vivió por muchos años— refuerza una continuidad con el enfoque pastoral de Francisco, el primer papa latinoamericano, que abogó por una Iglesia más cercana a los pobres y comprometida con los problemas sociales globales.
El nuevo pontífice fue creado cardenal por Francisco en septiembre de 2023 y ha desempeñado roles claves en la estructura eclesial, incluyendo la evaluación y nombramiento de obispos en todo el mundo, una de las funciones más delicadas del Vaticano.
La elección de León XIV podría señalar una continuidad en las reformas impulsadas por Francisco, así como una reafirmación del papel de la Iglesia como actor moral y político frente a las tensiones internacionales y desafíos globales.
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